21 de septiembre de 2014

Si yo fuera presidente...

Por Álvaro Carlos Alsogaray para el diario "La Nación", 1998.


Bases liberales

Soy poco afecto a ocuparme de temas de "política ficción" como el planteado en la propuesta de esta nota, pero este pedido de La Nación me da una oportunidad más de comunicación con la opinión pública, que siempre he procurado.

Al producirse el cambio de gobierno el 10 de diciembre de 1999, la situación del país requerirá seguir dos cursos de acción diferenciados. El primero es la acción inmediata destinada a enfrentar los problemas que existirán en ese momento. El segundo es el de la acción trascendente a largo plazo, que constituirá la esencia del futuro gobierno.

El 8 de julio de 1989, el presidente Menem anunció un plan de transformación del sistema socio-económico vigente en el país, que implicaba reemplazar el sistema socialista imperante durante los últimos cuarenta años (de 1946 a 1989) por un sistema de inspiración totalmente opuesto que el movimiento liberal venía proponiendo durante ese prolongado lapso.

Completar la transformación

Ese plan de transformación profunda de la vida nacional se encontrará en 1999 realizado en un 70 por ciento. Faltará que se lo complete en un 30 por ciento. De manera que la tarea inmediata del nuevo gobierno será la de llevar adelante ese completamiento, lo cual requerirá consolidar y profundizar lo hecho hasta entonces y encarar lo que todavía faltará hacer. Esto último implica, en el ámbito económico, liberar el mercado de trabajo mediante una profunda reforma de las leyes laborales, reformar completamente el régimen impositivo, sanear y consolidar el sistema bancario y financiero, flexibilizar la ley de convertibilidad, restablecer el equilibrio fiscal y presupuestario y adoptar algunas medidas de acción directa tendientes a reducir el desempleo. En el campo extraeconómico habrá numerosos problemas por resolver (corrupción, desorganización de la Justicia y de la tarea legislativa, inseguridad personal, etcétera), pero esos problemas, si bien exigirán una acción inmediata, subsistirán por algún tiempo y formarán parte de la acción del gobierno a largo plazo.

Esa futura acción comprende entre otro puntos y, fundamentalmente, el imperio de la ley y el respeto por los contratos. En la actualidad esos dos principios tienen escasa vigencia. Se toleran innumerables transgresiones, con lo cual la indisciplina social ha ido en aumento.

En un campo más específico, el aumento de la delincuencia y la inseguridad de las personas han alcanzado niveles ciertamente intolerables. La corrupción "institucional" que durante décadas se desarrolló al amparo del estatismo y el dirigismo ha disminuido sustancialmente al privatizarse las empresas del Estado y desregularse la economía, pero subsiste una corrupción generalizada que se manifiesta en todos los estratos de la estructura social.

La educación y el cuidado de la salud adolecen de fallas inaceptables. El narcotráfico constituye un serio problema, y muchas otras cuestiones que hacen a la vida diaria de los habitantes requerirán correcciones importantes y trascendentes.

En ese ámbito, que concierne a toda la sociedad argentina, la acción del futuro gobierno surge claramente, por lo menos en cuanto a los objetivos. No es difícil coincidir acerca de éstos, aunque no ocurre lo mismo en lo que respecta a los medios, políticas y medidas para alcanzarlos. La posición liberal a ese respecto se encuentra detallada en mi libro Bases liberales para un programa de gobierno (1989-1995) , el cual obviamente no puede extractarse en estas pocas líneas.

Libertad económica

La acción del futuro gobierno tendrá como punto central la aplicación plena de lo que ha dado en llamarse "el modelo". La descripción y el análisis de éste permiten sintetizar lo que haría si fuera presidente. El modelo consiste esencialmente en establecer un régimen de libertad económica, poner en marcha una verdadera economía de mercado, equilibrar el presupuesto a un nivel de gastos compatible con la actividad económica, participar en libre competencia en los mercados internacionales y, fundamentalmente, mantener la estabilidad monetaria.

Estas cinco proposiciones básicas son las que configuran el modelo desde el punto de vista liberal. Otros aspectos negativos, que erróneamente se imputan al modelo, no forman parte intrínseca de él. Ni la corrupción, ni el desempleo, ni la pobreza en algunos sectores de la población, ni las fallas administrativo-burocráticas en el campo de la salud y la educación, ni las graves perturbaciones existentes en la Justicia, ni los conflictos políticos -especialmente en el Congreso- ni otros males que con intenciones diversas se le atribuyen son elementos constitutivos del modelo ni consecuencias perversas de él. Deben ser vistos como factores exógenos derivados de la acción política y de la presión de intereses diversos.

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